sábado, 17 de julio de 2010

Notas de urgencia sobre Inception

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Todas las obras artísticas disparan contra otra anterior, cuyo poder quieren aniquilar. En el caso de Inception, esa obra mayúscula es 2001, A Space Odissey de Stanley Kubrick, que a su vez disparaba contra la Odisea de Homero.

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Inception es el cruce de 2001 con Eyes Wide Shut: donde se cruza un relato sobre el origen (eso es lo que significa “inception”, el “principio”) con el relato soñado, con la Traumnovelle, título de la novela de Schnitzler sobre la que camina Eyes Wide Shut. Como ésta, Inception es un buceo en el inconsciente; un buceo libre, pero todo lo que es bucear en el inconsciente es libre, por más que el inconsciente acabe acarreando –eso queda muy claro en las cintas, tanto la de Kubrick como la de Nolan– numerosas y pesadas cadenas. Las escenas rodadas con agua y las rodadas sin gravedad acentúan el efecto de ensoñación.

En esta parte es quizá donde más discutible me ha parecido la película de Nolan, pero admito que mis prejuicios pueden traer causa de mi eurocentrismo. Cuando vean la película entenderán a qué me refiero. Digamos que la culpa es mía por haber leído mucho psicoanalista centroeuropeo, my apologies. Soy también capaz de admitir que lo que me distancia de la película es aquello que la hace más interesante. Nolan se pasa todos esos centroeuropeos por el arco del triunfo. Puede haberle hecho al psicoanálisis un favor que apenas soy capaz de atisbar mientras me enzarzo a golpes de mito contra mis fantasmas culturales.

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En Inception son presentados los niveles del inconsciente como los niveles del Infierno de Dante. Ambos, Dante y Nolan, entienden a la perfección que los demonios interiores se vuelven terriblemente tangibles cuando se los localiza y cerca en un espacio concreto. En el caso de Dante, más abajo; en el de Nolan, más adentro. Los círculos dantescos contra los círculos temporales del inconsciente de Nolan.

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También hay un homenaje a Ciudadano Kane, y uno –creo– a Angel Heart (1987) de Alan Parker, otra película manierista, onírica y excesiva pero que me parece excelente o más bien con elementos excelentes. Quizá un posible defecto de Inception es la excesiva explicitud con que elabora sus homenajes fílmicos.

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En el poema “A una persona dormida”, Silvina Ocampo “deplora que los sueños no se comuniquen e interpenetren. Olvida que los sueños compartidos ya existen: son la vigilia”, escribió Jorge Luis Borges. Ya entenderán a cuento de qué viene la cita.

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Los edificios como ruina sentimental, el paisaje como forma palpable de la afectividad en estado puro, cerebral: Solaris, de Lem/Tarkovski, pero también A.I. Artificial Intelligence de Aldiss/Spielberg. Ahí, en el imposible punto intermedio entre esas dos historias y esas dos películas, está Inception.

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La ciencia ficción como metafísica contemporánea, como la metafísica hecha por otros media.

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Me acuesto con la sensación de no haber visto una película sino el mundo visual que suelo contemplar en mi inconsciente. Es la primera película en la que he visto el mundo como yo lo veo. No me pidan imparcialidad. He visto ese modo de mirar que no sirve para nada más que para hacerlo todo más difícil.

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jueves, 15 de julio de 2010

Un párrafo de 1930...

...que suscribo en 2010 por completo. Los subrayados, aunque parezcan míos, son originales:

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“Otro grupo de críticos es el que, continuando los más antiguos métodos de la crítica filológica, sólo contempla la obra como tal, toma notas y hace fichas, pasa de largo por delante de las grandes conexiones, ejerce su oficio como cualquier otro artesano, escribe para las modestas necesidades diarias y sirve al filisteo medio a la hora del desayuno, junto al café o al chocolate, un artículo crítico salpicado de elementos tradicionales de cultura, preparado y bien aderezado para que no tenga más que llevárselo a la boca. No percibe ni remotamente los cambios de los tiempos, marcha por caminos trillados, opera con artilugios estilísticos rutinarios y archisabidos. No aparece por ningún lado en ella la capacidad ni el deseo de conocer la época ni la preocupación de velar con todas sus fuerzas por que también ese importante factor de mediación espiritual que es la crítica de la prensa contribuya de un modo determinante, dirigente, activo, a la construcción del tejido cultural en perpetua renovación. No se muestra capaz de pulsar el eterno movimiento que vibra en las cosas, sino que parte del punto de vista fijo e inconmovible de los conceptos tradicionales. El colmo de esta inercia de espíritu es el prospecto editorial como pauta para la crítica de libros, este pecado del espíritu, el más espantoso de todos, inventado por el demonio del vicio de la comodidad, este vaso de mentiras culturales y de amaños especulativos, una especie de anuncio comercial entreverado en el texto y pagado con un ejemplar de una obra más o menos valiosa. Quien sepa un poco de estas cosas, se queda aterrado viendo cuán extendido se halla este mal en la prensa pequeña y mediana (…), lo que hace que los juicios del verdadero crítico queden reducidos a voces aisladas y perdidas en medio del marasmo. (…) En todo caso, estamos ante un caso de ausencia de crítica (…) o de una falta de conciencia capaz de sobreponerse a toda clase de escrúpulos”; Detmar Heinrich Sarnetzki, “La ciencia literaria, la poesía y la crítica cotidiana” (1930), incluido en VVAA, Filosofía de la ciencia literaria; Fondo de Cultura Económica, Madrid, 1984, pp. 508-509.

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Ejercicio para hoy: determinar cuántos de estos puntos pueden o no aplicarse a la crítica literaria española actual:

1. "continuando los más antiguos métodos de la crítica filológica"

2. "sólo contempla la obra como tal"

3. "pasa de largo por delante de las grandes conexiones"

4. "No percibe ni remotamente los cambios de los tiempos"

5. "marcha por caminos trillados, opera con artilugios estilísticos rutinarios y archisabidos"

6. "No aparece por ningún lado en ella la capacidad ni el deseo de conocer la época"

7. "un caso de ausencia de crítica (…) o de una falta de conciencia capaz de sobreponerse a toda clase de escrúpulos"

lunes, 5 de julio de 2010

Algunas novedades variadas

Comento algunas novedades editoriales que han aparecido en sellos diversos y que pueden resultar interesantes por distintos motivos.

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El primer libro es un regalo, y nunca mejor dicho, porque el autor ha querido hacerlo de libre descarga para todos los interesados, gratuito y únicamente sujeto a licencia Creative Commons. Su autor es el filósofo José Luis Molinuevo, y su título es Retorno a la Imagen. Estética del cine en la modernidad melancólica (Archipiélagos, 2010). Retomando el proyecto de su fabuloso blog “Pensamiento en imágenes”, cuyo enlace podréis encontrar en la sección de links a la derecha, Molinuevo se propone un regreso a lo real de las imágenes en ciertas películas que a su juicio entran de lleno en lo que denomina “modernidad melancólica”. A su juicio estas películas se presentan saturadas de interpretación, cubiertas de una cáscara pseudofilosófica que a veces diluye su significación, en vez de aclararla. Esa sobresignificación puede enturbiar, según el profesor de Estética, la recepción de unas imágenes que en su momento hacían de su despojamiento conceptual y su aproximación ontológica al espacio el eje de su fuerza (disculpen el brutal resumen de un concepto explicado por Molinuevo durante decenas de páginas). Su discurso es, por tanto, reintegrador y no expansivo, intentando relocalizar qué podría ser lo real estético en esas cintas, que forman parte del mejor legado cinematográfico occidental: Stalker, Fata Morgana, La mirada de Ulises, Blow Up, La Jetée, El cielo sobre Berlín, Blade Runner, El año pasado en Marienbad y un largo y exquisito etcétera. Para terminar, quería hacer énfasis en algo que no suele comentarse en este tipo de ensayos, pero que Retorno a la Imagen es capital: lo magníficamenente que está escrito el texto, la calidad literaria con la que Molinuevo va engarzando imágenes e ideas. Un lujo al alcance de todos. Podéis descargároslo aquí:

http://www.box.net/shared/c0m6yyo66o

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Francisco Rico, Jordi Gracia y Antonio Bonet Correa (eds.), España Siglo XXI. Literatura y Bellas Artes; Fundación Sistema, Madrid, 2010.

Es este un libro ambicioso, de casi mil páginas y numerosos autores, incluido dentro de un proyecto general titulado “España Siglo XXI”, dirigido por Salustiano del Campo y José Félix Tezanos. Este volumen, número 5 del proyecto, Literatura y Bellas Artes, está coordinado por Francisco Rico y Jordi Gracia para la parte de Literatura, y Antonio Bonet Correa para la sección de Arte. La parte literaria del volumen intenta ser una revisión amplia de los fenómenos acaecidos en la última parte del XX y principios del 21, desde la narrativa al teatro pasando por la poesía, el ensayo, la historia y la filología. Cerrando el volumen y el período en estudio hay un artículo mío titulado “Letras sin imprenta. Ciberliteratura, blogs, narrativas cross-media”, con los siguientes epígrafes, por si es de vuestro interés: “Ciberliteratura y cibercultura. Internet como medio creativo. Internet como medio transmisor o soporte de literatura tradicional. Internet como material. Otros ciberespacios: videojuegos y narraciones ‘cross-media’. Bibliografía”.

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Pilar Baumeister, Wir schreiben Freitod... Schriftstellersuizide in vier Jahrhunderten; Peter Lang Verlag, Frankfurt am Main, 2010.

Pilar Baumeister es una escritora de origen español residente en Alemania, autora de libros de poesía y ensayos. Ha publicado este curioso ensayo sobre literatura y suicidio, cuya traducción sería Escribimos muerte voluntaria... Suicidios de escritores durante cuatro siglos. Mi alemán no da toda vía para leerlo, pero quería dejar constancia de la salida del volumen porque en su momento, tuvimos en este blog un largo debate sobre escritores suicidas. De aquel debate tomó Baumeister alguna nota y por eso estoy o estamos, según me cuenta, entre los agradecimientos del libro. Transcribo la nota de prensa de la editorial traducida al español, por si alguien está interesado:

“Intentar una introducción para historias de suicidios sería seguramente absurdo. Sólo en medias res, bajo el peso total de la acción y quizás retrospectivamente sea posible comprenderlas de la manera más apropiada.» El presente ensayo recoge datos biográficos de 423 escritores y escritoras que se quitaron la vida en un período desde 1609 (John Suckling) hasta 2008 (con los más recientes suicidios de Thomas M. Disch, Hugo Claus, David Foster Wallace, Miroslaw Nahacz). Este libro no tiene en absoluto la intención de una evaluación moral, no es ningún reproche contra los incapacitados para vivir, ni tampoco quiere clasificar a la mayor parte de los afectados bajo el término de locos y seres maniático-depresivos, como son nombrados superficialmente con demasiada frecuencia. En lugar de ello, la autora investiga las circunstancias y motivos de esta situación tan extrema que todos comparten. Toma como ejemplos entre otros: parejas que se suicidaron, familias con varios suicidas, subrayando el lugar, la fecha, los acontecimientos y el instrumento para matarse; agrupa los suicidios según edad, sexo, nacionalidad y motivos; por razones políticas (el recuerdo de torturas sufridas), por un amor desgraciado, fracaso profesional, ineptitud de los métodos psiquiátricos o por culpa de enfermedades físicas graves (el derecho a la autonasia fue reclamado por Arthur Koestler). La autora, que es a su vez escritora, quiere denunciar deficiencias en la sociedad –despertar interés por la última obra de sus colegas antes del suicidio y crear una corriente de proximidad hacia sus vivencias, especialmente hacia las 77 autoras. La culminación de su proximidad está en su diálogo ficcional con ellas en el último capítulo.

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Marta Agudo y Jordi Doce han reunido en Pájaros raíces. En torno a José Ángel Valente (Abada, 2010) a numerosos poetas, estudiosos y críticos alrededor de la figura de José Ángel Valente, uno de los poetas e intelectuales españoles más valiosos de los últimos tiempos (o uno de los pocos escritores españoles universalmente valiosos, según se mire). Según la nota editorial, Pájaros raíces es “un acercamiento poliédrico, de facetas diversas pero complementarias, que permite indagar no solo en la naturaleza de esta obra sino en su intenso potencial de impregnación. La herencia creadora y crítica de esta escritura se halla presente, en mayor o menor medida, en la obra de todos los autores cuyos trabajos aquí se recogen, testimonio inequívoco del lugar central que Valente ocupa en la poesía en lengua castellana del pasado siglo y de su capacidad para generar líneas de tensión creadora y de diálogo crítico”. Un servidor colabora con un ensayo titulado “Desierto contra espejo. Por qué Valente tenía que ser mejor”, que es menos polémico de lo que parece, si bien lo que hace oportuno y necesario el volumen son las contribuciones, por orden alfabético, de Jordi Ardanuy, Marcos Canteli, Daniel Casado, José Martía Castrillón, José María Cuesta Abad, Rafael-José Díaz, Diego Doncel, Manuel Fernández Casanova, Agustín Fernández Mallo, María José Flores, Pilar Fraile, Eduardo García, José Luis Gómez Toré, Ana Gorría, Isidro Hernández, Amalia Iglesias, Julián Jiménez Heffernan, Alejandro Krawietz, Francisco León, Antonio Lucas, José Antonio Llera, Juan Carlos Marset, Antonio Méndez Rubio, Luna Miguel, Eduardo Moga, Vicente Luis Mora, Luis Muñiz, Marianela Navarro Santos, Antonio Ortega, María Ángeles Pérez López, Julio Pérez Ugena, Carlos Peinado Elliot, Jaime Priede, Raúl Quinto, María do Cebreiro Rábade Villar, Goretti Ramírez, Esther Ramón, José Luis Rey, Jorge Riechmann, Ada Salas, Vicente Valero, Joan de la Vega, Javier Vela, José Luis Zerón Huguet e Ibon Zubiaur. Sólo Valente podía concitar un plantel tan variopinto; si no han leído aún su obra, no duden en hacerlo.

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El último libro que quiero recomendar, aun antes de terminar de leerlo, es la novela El ladrón de morfina (451 Ediciones, 2010), de Mario Cuenca. No sé todavía si le haré o no reseña, pero estoy viendo cosas excelentes que justifican las decenas de críticas muy elogiosas que están apareciendo en las últimas semanas sobre el libro. A modo de muestra, me gustaría reproducir uno de los muchos párrafos a cuyo margen he puesto signos de admiración:

En la guerra, convendrás conmigo, una especie de luz de alarma se mantiene prendida en el fondo del pensamiento, una parte del cerebro sigue escuchando las explosiones que reverberan al fondo de la noche, los bombardeos y las astillas de bambú, y casi puede uno ver esas astillas saltando por el aire, ingresando en la piel de los muchachos, y casi se escuchan los gritos y las pisadas de las botas sobre los charcos congelados, Dios sabe si de agua o de sangre o de orina. Hay prendida una pequeña luz al final del pensamiento, siempre alerta, tal que una lucidez de fondo, como si bajo el nivel del sueño hubiera otro nivel aún más profundo en el que el cuerpo continuara de guardia. Tus ojos, mientras duermes en la guerra, se mueven persiguiendo las cosas que se desplazan dentro del sueño, sino al ritmo del estruendo de fuera, de la realidad de fuera, una realidad en sesión continua, una sesión continua de horror, en la que los muertos caminan agarrando una cuerda muy larga, haciendo una columna muy larga que se pierde en las narices de la noche. Eso no es dormir. Eso es saltar de la guerra a la guerra, pasando por la fiebre.

(pp. 118-119)