domingo, 6 de enero de 2008

Tres novedades

1. Uno de los acontecimientos del año pasado, aunque el libro lleva poco tiempo en librerías, es Los cuadernos de Blas Coll (Pre-Textos, 2007), del poeta y ensayista venezolano Eugenio Montejo, una de las mentes más lúcidas de Hispanoamérica, lo cual no es poco decir. Yo conocí a Blas Coll en una lectura de Montejo en el Escorial, creo que en el año 2005, dentro de un curso de verano sobre Las ínsulas extrañas organizado por Sánchez Robayna. Allí me quedé deslumbrado por este heterónimo montejiano, que es un fascinante y divertido pensador sobre el lenguaje, alguien dedicado a reflexionar sobre la construcción del castellano como “lengua de penitencia”, por su resistencia áspera y su sonar desabrido al ser pronunciado en voz alta. Es notable el agudo sentido del humor de estos fragmentos, según los cuales suponemos que Coll era canario “por un fragmento en que identifica su esfuerzo con la reimplantación de la lengua de la Atlántida” (p. 31), o que “una persona zurda tiende espontáneamente a decir ‘yo’ donde los derechos dicen ‘tú’”, o que “no se debe nunca llorar en público, salvo que así este indicado en el libreto” (p. 117). Pero las ocurrencias de los heterónimos inventados por Montejo no deben distraernos de la profunda verdad de fondo que en ocasiones ocultan sus reflexiones. A la heteronimia colliana se añaden al final unos fragmentos apócrifos sobre la obra de Lino Cervantes, antecedidos de los sonetos clasicistas de Tomás Linden y los poemas neovanguardistas del propio Lino Cervantes, parecidos pero diferentes a los demás del poeta venezolano. Una fiesta de la heteronimina, de la heteroglosia y de la más sana heterodoxia.

2. Platón siempre está de moda, aunque nos gustaría que fuera Heráclito quien prevaleciera; algún día lo veremos, espero. Sobre el filósofo griego apareció el año año la última entrega del siempre interesante filósofo Juan Nuño, El pensamiento de Platón (FCE, 2007),y sobre Platón se ha pronunciado también uno de los más importantes filósofos actuales, Felipe Martínez Marzoa, en su ensayo Muestras de Platón (Abada, 2007). El libro está dividido en varios capítulos, titulados con nombres de algunos diálogos platónicos, sin que eso quiera decir que son análisis concretos de cada uno de ellos; el objetivo de Martínez Marzoa es más bien el de establecer lecturas parciales de la forma dialógica de Platón, escritas a partir -pero no exclusivamente-, de los diálogos que rubrican cada apartado. Martínez Marzoa nos está regalando en sus últimos libros un tratado de la forma griega del pensar; a modo de un estudio de géneros literarios, está abordando la comedia, la tragedia y el diálogo griegos y el modo en que el pensamiento de los distintos autores, de Heráclito a Platón pasando por Aristófanes, se integra indisolublemente con la forma elegida, construyéndola a la vez que la utiliza. Heráclito crea el fragmento, como Platón el diálogo, por más que hubiera acercamientos anteriores a los géneros elegidos; la reinvención formal alcanza tales cotas que –como en el caso de Cervantes y la novela– los modelos anteriores parecen simples fetos inacabados de lo que estaba por llegar. Pero ello, y ahí se advierte el talento y el rigor del autor, desde la dificultad de una doble limitación: por un lado, que cuando un filósofo griego habla, la esencia de su decir es el decir (p. 9); por otro, que nuestra posición de modernos puede arruinar el entendimiento de lo leído al confrontar la materia tratada respecto a la idea de forma, ya que “ni las palabras que convencionalmente se traducen por ‘forma’ (morphé, eidos) significan lo que en tal contexto significa nuestra palabra ‘forma’, ni hay en griego una materia en el sentido imprescindible para que ese cliché pueda emplearse, ni ese modelo (…) funciona para cuestión alguna en texto griego alguno dentro de la etapa dicha, ni puede nadie decir cómo se diría eso en griego anterior al Helenismo” (p. 74). ¿Cómo, entonces, afrontar la lección platónica desde la forma dialogada, y en cuanto tal? Pues del marzoano modo, entrando en la disección etimológica y sintáctica de los textos, reconstruyendo su esencia interior y, desde ella, elevarla a la plausible conformación discursiva del pensamiento platónico, que tenía aquella sintaxis como cabal origen. Dicho en otras palabras: utilizando para el análisis el mismo instrumento con el que Platón las escribió, la relación inseparable entre lo dicho y la estructura, la conformación sintáctica del decir. Es un procedimiento que Marzoa utiliza desde sus fabulosas lecciones de los volúmenes de su Historia de la Filosofía, con los que muchos hemos aprendido lo poco que sabemos de pensamiento griego, y que en el presente ensayo sigue mostrando sus virtudes analíticas y pedagógicas. Así se logra una imagen de la forma dialogada de Platón sin los vicios y las interpolaciones que pueda provocar el platonismo posterior que, seguramente, aún no ha terminado. Se entiende que el término “Estado” no es una llegada, sino un punto de partida (p. 93) en la República y se comprende que la matemática en Grecia ni siquiera es un término real, ni comparable al que hoy todos entendemos, en realidad, es una “cuestión de la possibilitas de que algo en general haga frente; la matemática será entonces lo que de antemano constituya el lenguaje en el que ese hacer frente haya de poder ser formulado” (p. 123). En todos los sentidos, Muestras de Platón es un auténtico, pertinente y necesario regreso al origen de nuestro pensamiento, de nuestra cultural occidental y de nuestro modo de expresarnos.

3. Me ha supuesto un tremendo pesar, hasta el punto de reconsiderar mi antigua admiración por el autor, la publicación de los Tanteos crepusculares (Pre-Textos, 2007), de Cristóbal Serra. Este texto híbrido, a medio camino entre el apunte memorialista y el ensayo a vuelapluma, se configura en realidad como un desmayado catálogo de ajustes de cuentas de Serra con los críticos que desmerecieron sus libros, de invectivas contra los periodistas que iban a entrevistarle sin quedar hipnotizados por su ubérrima personalidad, y de varapalos a los editores que no entendían la altísima importancia de sus obras y no procuraban su candidatura para el Premio Nobel de Literatura o de la Paz, o ambos al mismo tiempo. En realidad, cuando dice que de los Diarios de Léon Bloy surge la imagen de una persona desabrida, podría estar haciendo su autorretrato, algo innecesario porque Serra es mucho más interesante y humano cuando habla de los demás (salvo de los críticos) que cuando se refiere, con soberbia harto insoportable, a sí mismo. También le reprocha a Bloy sus juicios contundentes, reprobación que a lo mejor debían haber merecido un par de párrafos propios, como el que despacha en la p. 49: “la maternidad del latín sobre el castellano constituye todo un fraude. La verdad no es otra sino que el castellano constituye una lengua autóctona de la Península ibérica, emparentada con las lenguas vasca y griega”. A partir de la página 84, Serra nos deja sin habla cuando se demora contándonos sus experiencias como médium, transcribiendo parte de sus conversaciones de ultratumba con Papini, Borges, Larrea o Quevedo. En otra conversación, esta vez con José Antonio Primo de Rivera, lamenta Serra que el conocido falangista no respondiera a sus preguntas sobre el futuro de España, justificando el silencio de Primo por no asistirle “la visión nostradámica” (p. 89). Advierto al posible lector que no hay asomo de ironía o humor en esta parte del libro de Serra. Ni en ninguna otra, quizá sea ese el problema; nada más lastimoso que quien se toma demasiado en serio a sí mismo.

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15 comentarios:

Anónimo dijo...

No recuerdo dónde leí -y me pareció muy acertado- que si Platón se expresaba mediante mitos era significativo de convivencia entre la verdad narrativa (religiosa) y la del logos.
Y en el mismo libro, que las obras griegas estaban pensadas para ser leídas en voz alta con lo cual la escritura sería una especie de apoyo para una función dialéctica con la audiencia.

Buenas sugerencias, gracias Vicente

logiciel dijo...

Puede que simplemente se trate de restituir su auténtico lugar a comedias, tragedias y diálogos. Según nuestra óptica actual no podrían ser consideradas literatura. Nosotros podemos permitirnos el lujo de prescindir de la precisión y la coherencia. Ellos no.

storia dijo...

Siempre hay una carga de presentismo al analizar la obra de autores pasados. Interesante el método de Martínez Marzoa para evitarlo. Y sin embargo, nuestra visión no será exactamente igual a la de Platón (han pasado muchas cosas desde sus Diálogos).

Pero, ¿es esto positivo? ¿Es negativo? ¿Puede pervivit la esencia del pensamiento de Platón y Heráclito pese al presentismo y las tentativas de entenderlo más globalmente (léase platónicos, modernos...)? ¿Qué opináis? Me interesa mucho.

Saludos.

Vicente Luis Mora dijo...

Ojalá pudiera respondernos Martínez Marzoa directamente a esa cuestión, pero mi opinión personal, seguramente equivocada, es que su intención no es llegar a la mente de Platón, sino evitar interpolaciones anacrónicas. Es decir: hay siempre un margen inefable de aproximación al sentido final de una obra al que nunca llegaremos, incluso con autores coetáneos; ni siquiera el propio escritor sabe todo lo que ha querido decir. Esto es una obviedad.

Lo que sí podemos dejar claro, y eso creo que es lo que Marzoa hace, por oposición o directamente, es establecer qué interpretaciones son insostenibles, qué sentidos otorgados a los diálogos de Platón están por completo equivocados, por no sostenerse a la luz de la sintaxis o semántica lógica de los mismos. Y esa labor de limpieza hermenéutica me parece absolutamente necesaria. Pongo un ejemplo necio, de tan obvio: nuestra obligación como críticos es dejar testimonio de que las novelas de Pérez Reverte no son una obra filosófica, ni metodológica; ni poemas o piezas dramatúrgicas las de Marzoa. Ahora parece fácil decirlo, a lo mejor dentro de veintiséis siglos es necesario un Marzoa que venga a establecerlo. Pensemos en La filosofía en el tocador, de Sade: ¿es una novela o es un opúsculo filosófico que elige la novela erótica como vía de acceso al público? De todas formas, a ti no tengo que explicarte esto, porque está claro que de Historia sabes infinitamente más que yo. Saludos, Storia.

Txe Peligro dijo...

no me he leido el tocho que has escrito más arriba.

La presente es para decirte es que lei Circular y sí, me gusto mucho. Me puteo porque cuando lo lei yo trataba de escribir algo parecido pero centrado en el metro de madrid como escusa para contar la ciudad. Pero claro, ante tu obra, pensé que, de alguna manera, ya estaba hecho.

La otra tarde robé Construcción en un CorteInglés, no conocía el libro pero si al autor -por Circular- y la verdad es que me parece fascinante. Tardé -tal vez estaba taja- en coger el rollo dialogo, tanto preámbulo y tanta cita al comienzo me dio algo de malaespina, pero ahora que lo estoy acabando me parece fascinante el juego de las dos voces, el romántico y el escéptico. Muchas veces no se como leerlo, si seguir por la izquierda o la derecha, o saltar, es como un juego donde en cada caso encuentras el camino corriente. Desde luego no es para un lector hembra en el sentido cortazariano. Mis más sinceras felicitaciones por ese texto. Lo estoy disfrutando mucho mucho.

Gracias!

Vicente Luis Mora dijo...

Muchas gracias, Txe, por tus palabras. No hay un orden lógico ni prefigurado de lectura de Construcción, cada cual lo lee como quiere. Incluso cuando lo leo en público voy saltando de unos versos a otros, construyendo la lectura en el momento. Las posibilidades de lectura (y, en consecuencia, el número de libros) son casi infinitas. saludos y gracias.

Anónimo dijo...

Más teniendo en cuenta las pérdidas (interesadas o no) derivadas de la traducción de las obras griegas, también las pérdidas en los significantes del lenguaje.

Un escritor que me gusta mucho es Maurice Blanchot. Uno de sus temas es justo el que menciona Vicente Es decir: hay siempre un margen inefable de aproximación al sentido final de una obra al que nunca llegaremos, incluso con autores coetáneos; ni siquiera el propio escritor sabe todo lo que ha querido decir.
En "El Libro por venir" Blanchot trata con seriedad el tema de los profetas. Una figura hebrea, el nabí, diferente a los oráculos o las sibilas.

William Blake escribe de manera profética, decimos. No oracular.

Een Blake se unen el cielo y el infierno.

Si es posible una metáfora supongo que es porque tiene lugar en lo imaginario, en la fantasía, aquello entre la sensación y su expresión.

No creo que haya una verdad concluyente, pero existe ésta.
Me parece válida esta misma, suficiente: no hay una verdad definitiva.

Entonces se puede hablar de muchas maneras sobre esa verdad que compartimos.

Heidegger escribió (cito de memoria): el temor a la muerte depende del ser.
No, no escribió eso.
Grissom en CSI (cito de memoria): quien controla su mente hasta la muerte le teme.
Completo la cita: Grissom: Prefiero a Buddha

Es el Dhammapada-170
Ramiro Calle en la edición de Edaf lo traduce de la siguiente manera: Si uno percibe el mundo como una burbuja de espuma y como un espejismo, a ése no le ve el Dios de la Muerte.

Otra:
http://ccbs.ntu.edu.tw/DBLM/olcourse/pali/reading/gatha170.htm
As if one would see a bubble, as if one would see a mirage, who observes the world like that, the King of Death does not see him.

¿Qué ha ocurrido cuando se ha leído que era cita de Heidegger?

¿Y de un capítulo de CSI? (Es cierto, Grissom lo dice a una que necesita sangre para sobrevivir. Se despide de él invitándole a beber el batido que guarda en la nevera)

¿Y Buddha?

Quiero decir, en este sentido, en el de citar, en el de apelar a la autoridad, me parece que lo llevamos utilizando asustar, dominar, controlar, limitar. ¿Por¿ Me parece sabemos el porqué. ¿Seguir con lo mismo? Si los resultados los vemos. Si un ejemplo es el post superior sobre el himno.

En la bitácora de Sergi se pregunta "¿Qué forma de gobierno te
gustaría para España?"
Todavía hay personas convencidas de que esta coincidencia se debe, literalmente, al mismo que me hizo de barro ( a mi en concreto no, al primero) y una costilla que me falta la tiene ella (y más orgasmos, dentro del matrimonio, para procrear)
Todavía hay personas que dirán pues esta patria sabe/ha sabido (alguna vez sí, claro, no generalisimos, ya se fue, bueno, no lo sé) abrazar pueblos en libertad bajo su cielo azul.
Los habrá que piensen, "no es literaria esa encuesta"

Todos esos pensamientos y palabras si bien son legítimos no dejan de ser particulares. Demasiado definitivos, algo imposible. Imposible dos describan igual lo mismo. Aunque sólo sea porque uno estará, necesariamente, unos centímetros más adelantado.

Quiero decir, no me parece que se trate de hablar igual. Más bien de hablar.

Entonces todo es literatura. Todo es cultura. En el blog de Vicente, en el de Sergi, aprendo. En un libro. En una película. En la gente. En la música. En todo.
Es aquello de cultivar. Es un trabajo. Es aquello del Principito: osti, esta hierba es mala, la arranco antes de que se vuelva un baobab atómico y reviente el planeta. Darse cuenta o que te hagan ver [ ;) ] las plantas es importante. Aún así, el trabajo es propio.

Circunstancias anteriores, bien. Ahora ya no.
Paolo Coelho es la sangre es más dulce que la miel. No es Saint-Exupéry.

No es una defensa del buddhismo. ¿Qué ocurre si lo llamamos psicología de la imaginación? ¿Ciencia de la interpretación? O Grissom.

Citando a Edgar Morin (no en el sentido de autoridad ante la que uno se calla y no duda, simplemente porque lo expresa muy bien) la utopía es imposible. Utopía no es un lugar. No puede ser posible. Utopía sería lo que es posible: lo más difícil. Ni utopía ni distopía (de estas sí sabemos): lo posible porque pensando en imposibles no funciona. Es imposible que todo el mundo vea lo mismo, por ejemplo. ¿Qué hemos hecho? ¿Qué seguimos haciendo sabiendo que no lleva a nada? No vamos a ir a ningún otro sitio. No hay otro sitio.

Disculpad la extensión.

Vicente Luis Mora dijo...

Sobre eso último, Wilco, a ver si puedo terminar una cosa que estoy haciendo sobre el interesantísimo libro de Francisco Fernández Buey, Utopías e ilusiones naturales; El Viejo Topo, Barcelona, 2007, donde el excelente pensador tiene una opinión bastante diferente de la de Morin al respecto.

Anónimo dijo...

Mora, tu querido Juan Ramón tb era medium=

Poder que me utilizas
como un medium sonámbulo,
para tus misteriosas comunicaciones;
¡He de vencerte, sí,
he de saber qué dices,
qué me haces decir, cuando me cojes;'
he de saber qué digo, un día!

Anónimo dijo...

Genial, Vicente, ya tengo ganas de leerlo.

No conozco a Francisco Fernández Buey. Anotado. Gracias por la recomendación.

De acuerdo con Juan Ramón.
No habla por hablar. De otra manera o avisamos al padre Karras o le diagnosticamos esquizofrenia.

storia dijo...

No creo saber más de historia que mucha otra gente (no más que Wilco sin ir más lejos). Gracias a todos por las respuestas.

Saludos.

Raúl Betadine dijo...

Vaya, me desanima un poco lo de Serra en Pre-textos. Siempre me fascinó su Diario de signos, y el viaje y el retorno a Cotiledonia tenían una lectura. Pero no entiendo ese resentimiento cuando siempre has intentado ser un secreto (de hecho hace dos años lo 'honoris-causearon'). Supongo que no se puede seguir siendo una hormiga a los 86.
Saludos

Vicente Luis Mora dijo...

Yo era fan de Serra, aunque su escasa producción no me permitiera hablar de él nunca en este blog. Lo terrible es que leyendo el libro da la impresión de que, en realidad, él nunca quiso ser un escondido; él siempre creyó que haciendo ese tipo de libros, iba a ser un Pérez Reverte y a tener la consideración de toda la crítica. No hay peor escritor que el que olvida su minúsculo papel en la vida en general y en la literatura en particular.

Anónimo dijo...

Vaya panda de culturaletas estais hechos! Si alguna vez el ignorante que se hace pasar por docto contemplara la figura tan patetica que ofrece... A ver si estudiamos mas y somos un poco mas modestos y honrados!

Vicente Luis Mora dijo...

Gracias por tu consejo, seguiremos estudiando. Algún día quizá merezcamos tu aprobado. Saludos.