sábado, 16 de marzo de 2024

Lectura interrumpida de Raíz dulce

 



Lectura interrumpida de Raíz dulce

Si Las hogueras azules (Candaya, 2020) fue un libro inesperado y singular, con una repercusión, tan amplia como merecida, que puso a Juan F. Rivero la etiqueta de “promesa a tener en cuenta” de la poesía española, Raíz dulce (Candaya, 2024) es algo parecido a un hito, a una aportación sustancial que hay que examinar detenidamente, para entender lo que supone en nuestro panorama. Y es un hito por varios motivos, que voy a intentar explicar.

-Raíz dulce es un libro de poemas, pero también es un proyecto conceptual que hibrida poesía en verso, literatura epistolar, reflexión ensayística en sus “Notas”, poema en prosa, narración y elementos textovisuales tomados del cómic. Ello implica un notable conocimiento de la tradición –luego volveremos a esto–, pero también una clara conciencia del entorno estético en el que viene a insertarse.

-El libro desarrolla la historia de la pérdida de una persona; una historia que anuda los dos sentidos castellanos de la palabra: la de la historia como recuento de hechos efectivamente acontecidos y la historia como “narración inventada”, según la séptima acepción del término en el Diccionario de la Lengua Española. En Raíz dulce hay ficción, pero también elementos autobiográficos, indistinguibles de los fabulados (a lo que se une la no desdeñable carga ficcional que arrastra cualquier memoria, como apunta la neurociencia). Los poemas están fechados en el futuro (que es el espacio de todos, indeterminado, frente al siempre subjetivizado y parcial pretérito), alejándose de cualquier referencialidad concreta. Se escamotean ubicaciones geográficas y apellidos. Con ello se evita lo que en otras manos sería pura pornografía sentimental, ese “emocionalismo” barato tan potenciado por las grandes editoriales de narrativa y por ciertas poéticas de corto alcance. El dolor se engrandece precisamente porque se preserva, se anonimiza o ambigua (ahora explicaremos esto), y se desarrolla a su alrededor toda una construcción literaria digna del sentimiento. Intento decir que el mejor homenaje que puede dedicársele a una persona muerta es –como en el también asombroso poemario Canal (Hiperión, 2016) de Javier Fernández– erigir un monumento poético a la altura de esa persona, y con el tamaño de la desolación que se siente. Es decir: procurarse un ahogo estético, en las antípodas del pobre desahogo emocional con que la mayoría de la literatura española despacha sus duelos.

-Otro elemento que elimina cualquier rastro egocentrista es la vertiente social del libro, apuntada por Chus Pato en su excelente epílogo.

-La ambigüedad de Raíz dulce respecto a quién sea la persona protagonista del libro, de la que no solo desconocemos su nombre, sino incluso su sexo, lejos de dificultar la empatía con el personaje, la refuerza, porque permite una multitud de identificaciones, en aras de un personaje abierto en el que cada lector puede ubicar sus propias pérdidas. A esta apertura ayuda la polifonía de citas, que vincula el dolor al inmenso tejido literario de la antigüedad y de la edad moderna, permitiendo a quien lee entrar en el texto como parte de un coro universal y sincrónico, en el que el deseo de recuperar a la persona añorada configura una compañía de melancólicos, a la que ya pertenecemos o en la que no tardaremos, por desgracia, en ser admitidos.

-Tengo otras intuiciones sobre el libro, pero prefiero comentarlas con el autor, así que interrumpo durante veintitrés minutos esta reseña, para seguir a continuación.

 


-Seguimos. Hay constantes ritornelos y vínculos entre los poemas, lo que configura el libro como una especie de hipertexto (conectado, a su vez, con el hipertexto mayor de la tradición literaria, mediante las citas). El resultado es un engranaje lírico que refleja en su estructura las dinámicas sincrónicas y diacrónicas de la agrupación social, además de abordarlas en su temática. Porque parte de la historia que cuenta Raíz dulce es cómo unos adolescentes entran en la sociedad adulta a través del repensado de sus propias relaciones y del choque frontal con la realidad socioeconómica, entrada en la que algunos ganan madurez; otros, estupefacción y unos pocos, como el personaje Emilio, se quedan por el camino, expulsados por el odio.

-La cuidada estructura del libro se construye mediante otras conexiones, las temporales: “los paisajes se mezclan, se curvan los tiempos” (p. 42), referencia einsteniana que anima a pensar en el uso de “agujeros de gusano” narrativos en los poemas, que conectan universos alternativos: los que aguardan en el futuro –que acabarán en pocos años por conectarse con el libro, creando reverberaciones imprevistas–, los tiempos del universo cerrado que han compartido los personajes y el universo real donde se produce la interacción entre libro y lectores. La contracción simbólica favorecida por la palabra poética nos hace visualizar y casi sentir táctilmente ese “gran segundo” (pp. 29, 89, 139) que ha pasado entre el Paleolítico hasta el personaje sin nombre con el que dialoga el narrador, insertándonos a todas y todos (personajes, narrador, lectores) en la trama histórica e intrahistórica de lo humano.

-El contenido del libro va generando poco a poco un inteligente y subterráneo crescendo, del que somos conscientes al llegar al último y extraordinario “Poema final”, a mi juicio uno de los mejores poemas de la poesía española en lo que va de siglo, cuya increíble energía emotiva solo se despliega si se ha leído todo el texto anterior y se llega a él tras cruzar la desolación tan cuidadosamente construida. Ese final logra un prodigio que se produce contadísimas veces en la literatura: la restitución tangible de una persona fallecida, el gozo emocionante de sentirse en la piel y la psique literariamente encarnadas de alguien a quien no conocimos, y que ya no existe, pero que revive gracias al poder visionario de la palabra. Y eso me parece un acontecimiento no sé si más humano que poético, o más poético que humano.

 

 

[Relación con el autor: cordial. Relación con la editorial: ninguna].

 

 

 

 

 

 

 

miércoles, 6 de marzo de 2024

Cubit

 


 

Algunas cosas sobre Cúbit (Galaxia Gutenberg, 2024):

  •        El origen del nombre dídimo para los itrios sin sexo es doble: el gemelo de la etimología griego didymos (utilizado por Auden en su momento) y la tierra rara llamada didimio, cuyo nombre se debe a la misma fuente etimológica.
  •   El nombre de Bende Mann se debe a un personaje de Kafka, llamado Bendemann, sobre el que habla en su correspondencia, explicando el juego vocálico Bende/Kafka.
  •   Otros nombres importantes de la novela también están tomados del ámbito de los minerales conocidos como tierras raras, como pueden ser el itrio o el hafnio, pertenecientes al grupo de los lantánidos.
  •   Ariko es un personaje de la novela de Andrés Ibáñez Brilla, mar del Edén, donde aparece brevemente. Quise darle aquí una segunda vida espectral.
  •   La escena de los pájaros que siguen cantando impertérritos, mientras la tierra donde están posados cambia de lugar, está tomada de un libro antiguo. No he sido capaz de encontrar el cuaderno donde apunté la referencia exacta, presento mis disculpas.
  •   Le agradezco vivamente a Juan Andrés García Román su traducción del epígrafe de Goethe.
  •  Para la documentación científica que he tomado y luego diluido y tergiversado a lo largo de la novela —pues no persigo el rigor, sino la sugerencia—, han sido necesarios muchos libros; los más importantes son Tierra viviente (Atalanta), de Stephan Harding, fundamental para las descripciones químicas y geológicas; Las tierras raras (CSIC), de Ricardo Prego Reboredo; La belleza del universo (Seix Barral), de Stefan Klein; El orden del tiempo (Anagrama), de Carlo Rovelli, y Bienvenidos al universo (Oberon), coescrito por Neil DeGrasse Tyson, J. Richard Gott y Michael Strauss. Además, he consultado decenas de libros y artículos sobre física, astronomía, geología e inteligencia artificial.
  •  Por último, quiero tributar un agradecimiento especial, por su papel de primera lectora y fundamental consejera, a Virginia Aguilar Bautista, y otro agradecimiento enorme a Joan Tarrida y al equipo de Galaxia Gutenberg por su confianza y ayuda.
  • No debería terminar sin un reconocimiento al trifosfato de adenosina, sin el cual no hubiera podido escribirse este libro.

 


 

A continuación, iré reproduciendo las reseñas o entrevistas que se vayan produciendo en torno al libro.

 

 

 

 

domingo, 3 de marzo de 2024

Grimmish y la teoría

 


Michael Winkler, Grimmish. Trad. Eduardo Iriarte. Mutatis Mutandis Editorial, 2024.

Basta abrir la primera página de esta novela para darnos cuenta de dónde nos hemos adentrado:

 

“-Enfermera, ¿adónde vamos?

-Al depósito de cadáveres.

-Pero todavía no estoy muerto.

-Bueno, todavía no hemos llegado”.

 

A continuación, llegamos a lo que parece un prólogo y en realidad resulta ser… la reseña de la propia novela, escrita por su autor, en un giro que le permite advertirnos del conjunto de rarezas y sofisticaciones discursivas que nos esperan más adelante. Como ya viera David Lodge, este gesto de incluir la autorreseña es característico de las novelas metaficcionales: “los escritores metafictivos tienen el astuto hábito de integrar la posible crítica dentro de sus textos y así convertirla también en ficción”, según recuerda el profesor David Viñas Piquer en su reciente ensayo Usos de la Teoría en la narrativa española del siglo XXI (Universidad de San Jorge, 2023, p. 27). Un ensayo ideal para leer a su través, acompasadamente, la novela del australiano Michael Winkler, un escritor del que no tenía noticia hasta ahora, pero que me ha sacudido desde el principio de Grimmish hasta el final, ganándome a los puntos, y si utilizo este vocabulario pugilístico es porque la novela se construye como una “novela de no ficción desbaratada” sobre un boxeador real, Joe Grim (1881-1939), conocido en la historia de ese deporte como “The Human Punching Bag”, porque era fácil de vencer pero imposible de noquear, pudiendo alargarse los combates hasta veinte asaltos donde apenas se defendía y se levantaba de la lona con una sonrisa, pidiendo más. Hay bastantes datos sobre Grim, pero Winkler es consciente –o eso nos dice, de manera no muy fiable– de que no cuenta con elementos suficientes para escribir una novela de no ficción, y entonces decide cebarla, doparla, completarla. ¿Acaso la engruesa con material autobiográfico, como es ya manía y moda en la industria comercial contemporánea, haciendo un nuevo libro-en-el-que-crees-que-voy-a-hablar-de-otra-persona-pero-no? En absoluto, Winkler es original y no huye de la imaginación, así que toma varias decisiones asombrosas: lo que decide en Grimmish es rellenar los huecos con teoría de la ficción y con historias inventadas, intercaladas a la barroca maniera. Porque, como dice Viñas Piquer, “igual que existe una teoría de la literatura, empieza a ser evidente que existe una literatura de la Teoría” (Usos de la Teoría…, p. 14). Y la obra de Winkler va cambiando de tono y de estilo y de género –con la inestimable ayuda del traductor, Eduardo Iriarte, y se puebla de interpolaciones y de notas, y se siembra de noticias –suponemos que– reales sobre Grim tomadas de la prensa de la época, y se puebla de referencias extraídas de libros sobre boxeo, deporte, dolor y sufrimiento, puesto que ese es el tema final de la novela: el dolor, la capacidad de sufrir, los límites físicos y mentales de una persona o de todas las personas, y su relación metaliteraria (p. 156) con el hecho de escribir, de crear un libro, esta novela manierista u otra, porque escribir es caer sobre la lona blanca del folio y levantarse, quizá sin sonrisa, para seguir recibiendo sinsabores y acaso golpes, y Winkler pone a su servicio quinientos años de ficción occidental y oriental y doscientos de teoría para contar la grimosa historia de Grim y su sufrimiento, similar al de Tántalo, si pensamos que la victoria es el fruto que nunca se alcanza, aunque él, Winkler, sí que triunfa en su empeño. “La novela más extraña que van a leer este año”, dijo J. M. Coetzee sobre Grimmish, y puede que no solo de este año. Divertida, ambiciosa, cruel y compasiva, esta novela es para estómagos y cerebros no delicados, que sepan esperar literalmente cualquier cosa de un libro.

 

 

[Relación con autor y editorial: ninguna]